Adicciones tecnológicas: El precio oculto de la conectividad

 

La tecnología es maravillosa. Son incontables los ámbitos de nuestra vida que han mejorado gracias a  la tecnología. Sin embargo, como todo, un mal uso nos puede crear problemas.

 

Y es que como explica la extraordinaria Marisa Peer.

 

Nada es por si solo adictivo y prácticamente todo se puede convertir en adicción

 

De hecho, no dejamos de ver personas con adicciones realmente peculiares y sorprendentes.

 

Los profesionales de la salud, empiezan a tomar conciencia de la importancia de esta pandemia silenciosa que parece que no vemos, a la que nos estamos acostumbrando y que puede tener consecuencias muy graves.

 

Y es que cuando le preguntas a muchas personas te dicen que lo tienen controlado. Pero lo cierto es que comprueban su móvil de forma compulsiva.

 

Tienen continuamente secuestrada una parte de su cerebro, siempre alerta de las notificaciones, de los like

 

Hemos normalizado que niños, adolescentes y adultos estén un montón de horas conectados, incluso que eso influya en su higiene de sueño, en el rendimiento escolar y profesional, que reduzca y empeore las relaciones, Que determine nuestra autoestima, la forma en la que nos valoramos y valoramos a otros.

 

El uso descontrolado de la tecnología también puede perjudicar nuestras relaciones sociales y afectivas. El tiempo excesivo invertido en dispositivos electrónicos puede llevar al aislamiento social y afectar nuestra habilidad para establecer conexiones significativas con los demás. Además, la sobreexposición a las redes sociales puede llevar a comparaciones constantes y sentimientos de insuficiencia, lo que puede afectar negativamente la calidad de nuestras relaciones interpersonales.

 

No es casualidad que se hayan disparado los casos de TDA, TDAH, niños con sintomatología autista, con trastornos de conducta. Y es que la corteza prefrontal, no termina de madurar hasta la edad adulta. Es la responsable de la atención, la concentración, la resolución de problemas y el control del impulsos. Y ya se ha demostrado, que las pantallas afectan negativamente a su desarrollo.

 

Por ello, la OMS Y la Academia Americana de Pediatría desaconsejan totalmente el uso de pantallas antes de los 2 años. Y un máximo de una hora entre los 2 y los 6 años.

No es casualidad que muchos dueños y CEOS de las grandes empresas tecnológicas lleven a sus hijos a colegios donde no se permite el uso de móviles ni internet.

 

Utilizamos los videojuegos, las redes, para escapar de las frustraciones y los problemas del mundo real. Y ahí empieza el peligro. Porque cada vez queremos más de esos estímulos, de esa dopamina rápida y fácil, sin esfuerzo.

 

Es fácil llegar a depender de algo que nos hace sentir bien de forma inmediata y sin esfuerzo y que además pensamos que como todo el mundo lo hace, no será perjudicial

 

La mejor prueba para ver si tenemos control sobre algo o hemos caído en dependencia y es ese algo lo que nos controla a nosotros, es dejarlo.

 

¿Qué nos pasa si estamos una semana sin el videojuego, o sin meternos en las redes?. ¿Cómo nos sentimos? ¿Cambia nuestro estado de ánimo, nuestro comportamiento? Cada uno podemos comprobar nuestra propia respuesta.

 

En general, hablamos de dependencia o adicción cuando se da una conjunción de lo siguiente:

  1. Si está afectando negativamente a nuestra vida. A nuestro descanso, a nuestro rendimiento. Si está afectando a nuestras relaciones.
  2. Si estamos desarrollando tolerancia. Es decir, si cada vez necesitamos más. Más tiempo conectados, jugando al videojuego.
  3. Si existe síndrome de abstinencia. Cuando tratamos de no conectarnos o no jugar, tenemos una reacción negativa. Nos sentimos ansiosos, estamos de mal humor, nerviosos, incluso llegar a sentirnos mal físicamente.
  4. Si existe pérdida de control. Pensamos en solo conectarnos un momento, pero  el tiempo se nos distorsiona y acabamos pasando horas.

 

Una de las características de las adicciones tecnológicas es la falta de insight. Resulta difícil para la persona darse cuenta, tener conciencia del  uso compulsivo y sin control que está haciendo de las tecnologías y cómo le está afectando.

 

Como digo lo hemos normalizado. Por eso, animo a que cada uno nos hagamos un autodiagnóstico fácil. Pasar una semana sin ello. Obviamente casi todos utilizamos la tecnología para trabajar o estudiar. Y somos perfectamente capaces de diferenciar cuando estamos utilizando la tecnología con estos fines. Aunque ya aviso que es fácil caer en el autoengaño.

 

Como en todo, de nada sirve sentirnos culpables o buscarlos. La clave es saber que nosotros somos los responsables y que, por tanto, tenemos la habilidad de responder, la capacidad de actuar y solucionar.

 

No es nada fácil reconocer que tenemos un problema con la tecnología o que lo tienen nuestros hijos o alguien de nuestro entorno. Lo normal es utilizar la prueba social y decirnos a nosotros mismos que no es un problema, que todo el mundo lo hace. Que es algo normal.

 

Y, sin embargo, cada vez vemos a más personas que han perdido el control y son las tecnologías las que les están controlando a ellos y afectando sus vidas.

 

Hay que ser muy valiente para reconocer un problema, plantarle cara y pedir ayuda. Si es tu caso, no estás solo. Seguro que en alguna parte de ti esa valentía está esperando y hay personas como yo dispuestas a ayudarte.

 

Y para los que quieran empezar hoy mismo a tomar el control, como recomienda la magnífica Marian Rojas, desconecta las alertas de tu móvil. Como poco mejoras tu nivel de estrés y tu concentración.

 

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Sed Felices.